viernes, 6 de marzo de 2009

LA SOPA DE PIEDRAS


Muchos de nosotros hemos escuchado esta historia, pero que les parece si ahora también, la leemos:

LA SOPA DE PIEDRAS


Hubo una vez, hace muchísimos años, un país que acababa de pasar por una guerra muy dura. Como ya es sabido, la guerra trae consigo rencores, envidias, muchos problemas, muertos y mucha hambre. La gente no puede sembrar, ni segar, no hay harina, ni pan.
Cuando este país acabó la guerra y estaba destrozado, llegó a un pueblecito un soldado agotado, harapiento, y muerto de hambre. Era muy alto y delgado.
Hambriento llegó a una casa, llamó a la puerta y cuando vio a la dueña dijo:
-Señora, ¿no tiene un pedazo de pan para un soldado que viene muerto de hambre de la guerra?.
La mujer le mira de arriba abajo y le responde:
-Pero, ¿estás loco? ¿No sabes que no hay pan, que no tenemos nada? ¡Cómo te atreves!
Y a golpes y a patadas, lo sacó fuera de la casa.
Pobre soldado. Prueba fortuna en una y otra casa, haciendo la misma petición y recibiendo a cambio, peor respuesta y peor trato.
El soldado ya casi desfallecido, no se dio por vencido. Cruzo el pueblo y llego al lavadero público. Halló unas cuantas muchachas y le dijo:
-Muchachas, ¿nunca han probado la sopa de piedras que hago?
Ellas se burlaron del diciendo:
-¿Una sopa de piedras? No hay duda que estás loco.
Pero había unos niños que estaban espiando y se acercaron al soldado cuando se iba decepcionado.
-Soldado, ¿le podemos ayudar?- le preguntaron.
-Claro que sí. Necesito una olla muy grande, un puñado de piedras, agua y leña para hacer fuego.
Rápidamente los niños fueron a buscar lo que el soldado había pedido. Encienden el fuego, ponen la olla, la llenan de agua y echan las piedras. El agua comenzó a hervir.
-¿Podemos probar la sopa?- le preguntaron con impaciencia los niños.
-Calma, calma.
El soldado la probo y dijo:
-Que buena, pero le falta un poco de sal.
-En mi casa tengo sal-dijo un niño. Y salió corriendo por ella.
Le trajo y el soldado la echó entre la olla.
Al poco tiempo volvió a probarla y dijo:
-¡Que rica! Pero le falta un poco de tomate.
Y niño, que se llamaba Luis, fue a su casa a buscar tomates y los trajo enseguida.
En un momento, los niños fueron trayendo otras cositas: Papas, lechugas, arroz y hasta un pedazo de pollo.
La olla se lleno. El soldado la revolvió varias veces. De nuevo la probó y dijo:
-Vayan, avisen al pueblo que vengan a comer. Hay para todos. ¡Que traigan platos y cucharas!.
Repartió la sopa. Hubo para todos los del pueblo que, avergonzados, reconocieron que, si bien era cierto que no tenían pan, juntos podían tener comidas para todos.
Y, desde aquel día, gracias al soldado hambriento, aprendieron a compartir lo que tenían.

¿QUÉ TE PARECE EL CUENTO?...Espero sus comentarios